Esperanza Ramos Yañez, el Lunes, 21 de marzo de 2011 a las 14:01
Llegastes presuroso
y temblando
tu sombrero raído por tiempo
tu camisa desgastada y sucia,
tus cotizas untadas de barro,
por tu trajinar en el campo...
mostraban exactamente
tu condición...
Temblabas de miedo
y aún con la machetilla
en las manos...
y aún ensangrentada
no sabías qué hacer...
¡Lo maté! -gritabas deseperado-
gritabas
lleno de júbilo y euforia
¡lo maté Mujer!...
¡Lo maté!
gritaste una
y otra vez...
y nadie respondió,
solo el eco de tu voz
en el universo de tu conciencia...
Y...
caíste postrado
sobre ese piso frío
como fría estaba tu alma...
con lágrimas de desconsuelos
lloraste de rabia...
¡Lo maté! y una carcajada
seguida de llanto fue el sello...
que le pusiste a tu semblante...
Quería robarme tu amor...
musitaste...
quería robarme tu amor...
te justificaste...
lo dijiste entre susurros
entre lágrimas y gritos...
y después de tanta algarabía
el silencio se apoderó
de la habitación...
y una brisa helada
como el agua del manantial de la sierra
congeló tus entrañas...
y lágrimas sin parar
rodaron por tu rostro...
Y fué en ese preciso instante
que comprendiste
que aun muerto él,
el amor de ella
no te pertenecía...
Que lo matarías mil veces
y mil veces ese gran amor renacería...
Esperanza Ramos Yañez